Lo más fácil, hubiera sido quedarme detrás de ese
escritorio, sintiendo que me estaba traicionando cada que se festejaba con un
toque de campana haber cumplido con el objetivo de unidades vendidas. Eso
hubiera sido lo más fácil. Seguro social, seguro de gastos médicos, fondo de
ahorro, aguinaldo, vacaciones pagadas, con suerte una vez al año, utilidades…
“¿Qué vas a hacer?”
Me preguntaban una y otra vez. Todos me veían con una cara
de incredulidad, que ni mi mamá cuando me fui de pinta.
“Me voy a la playa”
Había quien se reía y también quien ponía cara de asombro,
de desaprobación, de envidia, de agotamiento, de disgusto. Pero atrás de todas
las muecas posibles, yo veía un deseo absoluto por echarse a correr detrás de
mi.
Después de haber firmado mi renuncia, caminé por los
pasillos del piso de Recursos Humanos, como si trajera la Copa Confederaciones
en las manos. Como si trajera un cheque por un millón de millones de dólares.
Recuerdo perfecto la sensación en el estomago al ver ese papel finalmente en
mis manos. Lo había pensado de mil formas, obviamente nunca como realmente
pasó, pero mi sonrisa era más amplia que cualquier bahía oaxaqueña.
Y me fui de ahí un día como hoy, a echarme todas las
cervezas que me cupieron y a reírme del día del trabajo, porque ese año, cayó
en sábado.
Lo más fácil hubiera sido regresar. Nadie dijo que sería fácil.