lunes, 16 de marzo de 2015

Una de piratas romanos


Fue como aventarme de un tobogán. Simplemente iba divertidísima.
Hay cosas que tienen que resolverse inmediatamente y así lo hice. Me puse el disfraz de piel jaguar para decirle, con el corazón desollado y el alma en la mano que, es él.
Es que lo supe desde antes de verle la cara. Lo vi caminando por Héroes Oaxaqueños, como si todo me hablara: la canción en el radio, el viento en su dirección, el nombre de la calle, pero más más más, esa cola de ballena que tiene tatuada en la espalda baja, enmarcada por algunos dibujos más, alrededor de sus hombros, sus brazos, sus piernas y esa espalda que activó todos mis instintos primitivos. Me volví a convertir en jaguar por un segundo.
Hemos pasado dos eternidades juntos, en esta vuelta, en esta vida.
Pero yo se que nos hemos encontrado varias veces antes, todas y cada una. La manera de saberlo, es viendo al fondo de los ojos del otro, mientras se entra con el alma entre las piernas hasta el centro de otra alma, también hasta el fondo, hasta el centro... y entonces ya no hay 'otro'.
Yo pude navegar en sus pupilas, mientras nos fundíamos sin movernos más que para respirar.
Y me vi, abajo de él, arriba, acurrucada en su costado, guardado una que otra noche en mi regazo, sintiendo la marea de su cadera, al son de las olas. En barcos, más en barcos, pero también en la playa, sin oleaje, suavemente, como el viento sobre la arena. En la selva, como dos felinos agonizantes, siempre viajando, siempre en otro lugar... ¡Qué bueno! Porque la muerte realmente es amanecer exactamente igual que el día anterior, o si no es la muerte, debe ser lo más cercano.
"Qué nadie salga lastimado, de eso me encargo yo"

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